domingo, 16 de enero de 2011

“La cocina en su tinta” y "Nuestra señora de la O"

Monasterio de Alaón. Fotografía de José-Luis Acín
Quería haber seguido hoy refiriéndome a Ángel Muro Goiri, pero en mi corazón ha prevalecido la devoción a mi tierra, el Altoaragón, país de “jauja” en lo gastronómico, y con un patrimonio cultural y artístico que merece muchas más visitas de las que recibe, con la seguridad de que siempre se sale con deseos de volver. Se preguntarán qué tiene que ver esta “perorata” con el título del post. Hoy me voy a referir a una de tantas joyas románicas que adornan todo el Pirineo y prepireneo español: El Monasterio de Alaón, o Monasterio de la O.
Visitando la exposición “La cocina en su tinta” [de la que todavía me seguiré ocupando en algunos post más, dado el interés que me viene suscitando cuanto más analizo los recuerdos y datos que tomé, así como su Catálogo], en principio tuve la satisfacción de ver que se exhibía una pieza de gran valor como es el manuscrito (pág. 124 y 231 del Catálogo) ” Nos el licēciado Juan garcia de oliuan Abbad de nuestra señora de la D. y Marcial de Sauras Prior de nuestra señora del Pilar ... que tuvierē la dicha bulla de S. Pedro q[ue] se predico a titulo [de] cruzada en este presente Reyno en el dicho año MDXLVIII gozen de comer leche, hueuos y mā]teca en los tiēpos prohibidos por la yglesia [y] de comer carne por el orden y cō el cōsejo contenido en la dicha bula ....”. Es decir un documento que da cuenta de la licencia, o bula, de poder comer leche, huevos y manteca en los tiempos en que está prohibido comer carne. Se data a mediados del siglo XVI.
El tema es muy interesante para la historia de la alimentación ya que es una prueba más del papel que las religiones, en este caso la católica, suponen en los sistemas alimentarios, hasta el punto de llegar a casi o prácticamente medio año el tiempo en el que no se podía tomar ni carne ni grasas animales. También conviene tenerlo en cuenta a la hora de comprender la estructura de muchos recetarios, o incluso la datación, cuando no viene reflejado el año o periodo en el que pudo ser escrito o impreso. “En las primeras costumbres de la Iglesia se admitía una abstinencia de alimentos húmedos, permitiendo sólo el uso de sal, pan, agua (a los que se añadió después legumbres y frutas), y desechándose la carne, el pescado, los huevos, la leche, la manteca, el queso, el vino y el aceite: a este régimen se llamó xerofagia.” Posteriormente se estableció abstenerse de carne, pescado, huevos y lacticinios. Ruperto de Nola y el maestro Martino conocen muy bien que para cada tiempo litúrgico convienen unos tipos de platos.(…) desde antiguo muchos Papas concedieron, a través de documentos llamados Bulas, algunos privilegios y dispensas sobre el ayuno y la abstinencia, en concepto de compensación por la guerra contra los infieles u otros servicios a la Iglesia. Ya Urbano II (1089) concedió privilegios para la reconquista de Tarragona. Martino y Nola debían de tener noticia siquiera de las más famosas Bulas próximas a su tiempo como, en el caso de España, la concedida por Gregorio IX (1232) a don Jaime el Conquistador para la prosecución de sus conquistas; o la que Benedicto XII otorgó en 1340 a Alfonso XI para la guerra contra el moro, que habría de ser vencido en la batalla del Salado. El texto de las Bulas no siempre fue del mismo tenor, sino que en diversas épocas se introdujeron en él varias modificaciones que ampliaban o restringían los privilegios. (Ver: Juan Cruz Cruz, “La cocina mediterránea en el inicio del Renacimiento”).
La Exposición “La cocina en su tinta” expone  uno de esos documentos que autoriza (transcribo a castellano actual) “ a quienes tuvieren la dicha bula de S. Pedro que se predicó a titulo de cruzada en este presente Reyno en el dicho año 1548 gocen de comer leche, huevos y manteca en los tiempos prohibidos por la Iglesia y de comer carne por el orden y con el consejo contenido en la dicha bula. Esta autorización la ”hacen saber” el licenciado Juan García de Oliván, Abad de nuestra señora de la D. y Marcial de Sauras, Prior de nuestra señora del Pilar, etc. Aparentemente todo normal.
Jerónimo Zurita, cuñado de Juan García Oliván
Tal vez pueda parecer que uno busca algo que señalar de una Exposición que, ya lo dije anteriormente, ofrece no pocos reparos. Para quien me quiera creer, diré sinceramente que no. Es innecesario justificar que soy aragonés, editor de bastantes libros de historia, y que me suena quién sea Juan García de Oliván. Resulta obvio que me pregunte de qué monasterio donde se venere la Virgen de la D pudiera ser Abad. Pensé que sería una errata de la ficha o del Catálogo. Da la casualidad que el catálogo reproduce en miniatura el documento y con mi cuentahilos de tipógrafo leo perfectamente que dice nuestra señora de la O. Por si hubiera duda, consulto la ficha del catálogo de la Biblioteca Nacional donde se lee D.
Naturalmente salto de mi asiento. Parece que estoy condenado a que, viendo que era un documento que se refería a Aragón y que me iba a permitir deshacerme en parabienes, de nuevo me obliga a aflorar el espíritu crítico. El monasterio más importante donde se veneraba a “Nuestra Señora de O”, o de la Expectación del Parto, o de la Esperanza, es el de Alaón, Sopeira (Huesca), en la Ribagorza oscense. Tan importante que generó tres prioratos benedictinos notables a lo largo del curso del río Cinca. El firmante de esta bula, como “comissario apostólico” y "Abbad de la O", canciller de Aragón Juan García Oliván, entre otros asuntos, es conocido por sus cartas, muchas de carácter familiar y personal, con Jerónimo Zurita, de quien era cuñado, y también porque terminó siendo Obispo de Urgell (1556-1560) a cuya diócesis pertenecía entonces el Monasterio de Nuestra Señora de la O, tras ser consagrado obispo por el famoso, culto, gran mecenas, Arzobispo don Fernando o Hernando de Aragón en La Seo de Zaragoza. No hace falta tener  grandes conocimientos paleográficos para distinguir una O de una D, estando vecina la palabra Dios, o la D, número romano en una fecha.

Virgen Expectante. Frontal museo episcopal de Vic
Señalado queda el error, que confío se subsanará, si estoy en lo cierto. Quédense con la importancia antes referida del papel de las bulas liberando de abstinencias, sobre todo a la hora de valorar la organización de recetarios, o si en alguna ocasión por esa vía se puede datar aunque sea con aproximación un libro o manuscrito. De hecho por ese camino se conjetura si pudiera ser que hubiera una edición incunable del “Libro de Guisados” de Ruperto de Nola.
A quienes disfrutan de un nombre tan bonito como María de la O, supongo que les habrá podido interesar este comentario. En nuestros días parecerá más andaluz que pirenaico, al ser popularizado por la canción que Salvador Valverde y Rafael de León compusieran para Estrellita Castro, su creadora. O por las dos películas españolas que protagonizan una joven gitana, y el señorito dueño de un cortijo andaluz. O en nuestros días por la interpretación de Niña Pastori. No obstante, para que este comentario final no parezca escrito con ganas de banalizar, y dado que el nombre es notorio por gente popular y famosa, como María de la O Martínez Bordíu, quiero recordar también a la gran gran escritora y pensadora, la riojana y feminista activa María de la O Lejárraga, esposa de Gregorio Martínez Sierra, a quien espero que los lectores que aman la cultura la tengan bien presente.
Personalmente, tributario que soy de la cultura judeocristiana que marca todavía nuestra historia, incluso la más reciente, veo en Nuestra Señora de la O, o de la Expectación del parto, un símbolo de la “desmesura de la maternidad divina”.

Nota: La Virgen de la Esperanza es patrona de muchas de las Fiestas de Invierno (las "pequeñas"), que se celebran en Adviento, el 18 de diciembre. En concreto son fiestas en Siétamo (Huesca), lugar de origen de la poetisa y monja del Monasterio Cisterciense de Casbas de Huesca, doña Ana-Francisca Abarca de Bolea (1602-ca.1685); también de don Pedro Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea (1719-1798), X Conde de Aranda, embajador y ministro plenipotenciario en París, primer ministro de Carlos IV y decano del Consejo de Estado; también de los hermanos Antonio-María y José-María Javierre Ortás, y también de quien suscribe.

martes, 4 de enero de 2011

"La cocina en su tinta" y Ruperto de Nola



Vengo siguiendo desde hace unos meses el anuncio y las noticias de la ya inaugurada exposición “La cocina en su tinta”. Hasta ahora, en un tanto por ciento muy elevado, sólo he visto reflejada la noticia que aparecía como nota de prensa o anuncio en la web de la BNE, y, después de la inauguración, casi siempre glosas que abundaban en “más de lo mismo”. Digo esto porque tengo la sensación de que, desde mi humilde rincón de esta densa floresta “bloguera”, voy a ser de los primeros que digan algo diferente, como consecuencia de haber visitado la Exposición con detalle y con calma. A fuer de ser sincero no he encontrado lo que esperaba. Aunque esto no me impide recomendar encarecidamente que se visite. No sé si vale la pena hacerlo expresamente, para quienes no viven cerca de Madrid. Encuentro que es una exposición, utilizando un trasnochado lenguaje aplicado al cine, “para mayores con reparos”. Quiero decir, que su anuncio y lo que se ofrece, en mi opinión, requiere una cierta preparación. Otra cosa es que además se hagan actividades paralelas para niños (?) o conferencias para quienes estando en Madrid puedan asistir. Pero cuando se va ex profeso, como es mi caso y tal como yo interpretaba su anuncio, me permití esperar algo más.
Antes de nada quiero puntualizar dos asuntos que, sobre todo de cara a los medios de comunicación, se deberían corregir para no incurrir en cadena con los mismos fallos. Soy de la opinión de que al autor del “Libro de Guisados”, o “Libre de Coch” (durante semanas de Corch, y así sigue en muchos blogs y periódicos) no se le llama “Rupert Nola”, en todo caso habría que decir “de Nola”. Constato que en los registros de la BNE aparece como “Ruberto de Nola”. Y que siguiendo la primera edición conocida, en catalán (ca.1520) [la que se muestra se la Exposición], se le suele llamar “mestre Robert”: "compost per lo diligent mestre Robert coch del Serenissimo Senyor Don Ferrando Rey de Naples”). No obstante, la Biblioteca de la Universidad de Barcelona, y también  la Biblioteca de Catalunya, (así como el CCUC) todas las entradas de este libro, en catalán o en castellano, llaman a su autor “Rupert de Nola”. Personalmente creo que el nombre más extendido es el de “Ruperto de Nola”, pero no haré reparo alguno a que se le diga “Roberto” (Ruberto se lee clarísimamente en la edición de 1529, y “Robertus” le decía Pérez Bayer (1788) anotando a Nicolás Antonio …, “y compuesto por ‘Maestro Ruberto’ en la de Çaragoça…en casa de Pedro Bernuz, 29 abril 1568”. Tal vez un poco complicado todo esto para un blog, pero fácil de entender si se lee la publicación de los textos de Ruperto de Nola y Martino en “La cocina mediterránea en el inicio del Renacimiento”(1997), por Juan Cruz Cruz, la más reciente y apreciada edición, bajo el sello editorial de quien suscribe: La Val de Onsera. Si se quiere discutir a Juan Cruz Cruz, que se haga, lo que no parece correcto es que “cada uno haga de su capa un sayo”, y hasta se permita privar de tal edición a sus lectores en la Biblioteca Pública. En Catalunya, sólo se exceptúa la “Universitat Rovira i Virgili”. El Catálogo de la Exposición tampoco cita la edición de Juan Cruz Cruz: que conste.
Tal vez parezca una cuestión menor, sobre todo si se compara con cuanto ignoramos sobre el autor, su lugar de nacimiento, a qué Rey de Aragón sirvió, su conocimiento e influencias entre otros recetarios, si pudo existir un incunable, etc. Aunque pienso que, en cuanto a análisis de los contenidos del recetario, el estudio de Juan Cruz Cruz es muy importante, y ojalá aparezcan nuevos estudios que ofrezcan nuevas perspectivas. Todo, menos favorecer la mitomanía de adquirir ediciones facsimilares, sin comentario alguno, y “visiones” museísticas sin vida. Hacen falta ediciones críticas que contribuyan al conocimiento de nuestra cocina. Todavía, pensando en lo que a mí me interesa, puedo recomendar el libro de Javier Pérez Escohotado, “Crítica de la razón gastronómica”, donde aparece un capítulo, "Primeros libros de cocina en España: La conexión erasmista",  con reflexiones originales sobre la edición del “Libro de Guisados”.
Siguiendo con las expectativas creadas por el anuncio de la BNE, voy a señalar brevemente una nueva frustración, ya que entre las obras cuya presentación se anuncia está: “El Practicón, de Ángel Muro, auténtico best-seller del género en el siglo XIX”. Sólo se expone su “Diccionario general de cocina”(1892), y en el catálogo se cita El Practicón (1894) y “unas conferencias culinarias” (1892-1895), de enorme interés. También se dice de Muro que fue “un gran publicista”,…y amigo de la condesa Pardo Bazán (!), supongo que hablando culinariamente.
Vaya desengaño el mío que creía, modestamente, haber aportado algo sobre la vida y bibliografía del ingeniero de minas y ferrocarriles y notable periodista, Ángel Muro Goiri, en los “Escritos Gastronómicos. I”. Pero este asunto lo voy a dejar para otro post. Vale.

NOTA.La fotografía que ilustra este post demuestra que está tomada por mí mismo, a la salida del "cercanías". Pinche en ella, y adivine el valor de la verja del albaceteño Francisco Jareño y Alarcón. Hay voces que reclaman una pronta restauración. Si puede, no deje de visitar la exposición "Códices de la Capilla Sixtina". Tal vez cuando me lea ya se habrá clausurado. Será una pena.