miércoles, 24 de agosto de 2011

El gazpachuelo

Presentación del gazpachuelo en su sopera
Tal como comenté en la entrada anterior, el gazpachuelo apareció en la mesa. Un éxito. Incluso para los más pequeños. Optamos por la versión de Heston Blumenthal, con algún pequeño cambio de la cocina popular malagueña. Hizo calor, respetamos la temperatura ambiente, para disfrutar de todos los matices que este plato contiene. En el invierno volveremos sobre él, para tomarlo caliente. En mi opinión, hay que conocer mis inclinaciones, la presencia de la mahonesa creo que lo convierte en algo verdaderamente singular. ¿A quién se le ocurriría tal idea? Pregunta un poco tonta por mi parte, que paso muchas horas estudiando recetarios. Hay una respuesta fácil, al pueblo. A la sabiduría popular. A la creatividad de las cocinas familiares. Ahora y aquí sí que me gusta hablar de creatividad.  Ya lo escribió Theodore Zeldin ("Historia íntima de la humanidad", 1994) cuando dice, cito de memoria, que son los cocineros quienes buscan deliberadamente  la creatividad en su cocina, pero que en la cocina de la abuela aparecen aspectos creativos sin caer en la cuenta. Lo cito por si a alguno de mis lectores les sugiere lo que a mi. Me aburre la "creatividad mediática", permítanme la licencia de tal adjetivación, mientras no se conoce la lenta y paciente evolución de la cocina por antonomasia, la que come la mayoría de los que comen. También dice Zeldin que la gastronomía a contribuido muy poco a resolver las obscenidades de las hambrunas... Pero esto es tema para otro día.

Ahora quiero citar a Heston Blumenthal donde dice lo que referí en el anterior post:  "Esta receta es una combinación de la versión general andaluza, que tiene como base el tomate y se espesa con pan y otra originaria de Málaga, que va enriquecida con mayonesa. Viene de un restaurante de la Borgoña, llamado La Côte Saint Jacques, que tiene tres estrellas Michelin. La sopa se prepara en tres etapas: primero se cortan las verduras y se marinan toda una noche en un poco de aceite de oliva. El jugo extraído se vierte entonces sobre pan cortado a dados, que se deja unas horas y luego se escurre. Finalmente, la sopa se espesa con mayonesa. El vinagre es muy importante, ya que su acidez da vida a este plato. Nuestros hijos lo adoran porque es muy refrescante. A veces, lo toman con pan, otras veces no; incluso lo han tomado como tentempié rápido, bebiéndolo de un vaso. La receta omite el ajo, ya que a los niños no les entusiasma cuando está crudo. También en este caso, igual que en el de la crema de tomate anterior, la calidad de los tomates es primordial." En el Epílogo de nuestra edición me permití escribir "no puedo evitar señalar lo que los lectores avisados ya habrán percibido. Me refiero a algunas distancias y diferencias con la perspectiva de un cocinero anglosajón. Seguramente por eso, en el gazpacho, su justificación histórica del pimiento rojo es tan improcedente como la del tomate. Y si Heston conociera los gazpachuelos que en ciertos lugares de Andalucía se enriquecen con mahonesa, le maravillarían tanto como cuando destaca el plato de La Côte Saint-Jacques del gran cocinero Jean-Michel Lorain". Pero el caso es que fue ahí, en ese restaurante donde como san Pablo se cayó del caballo y decidió ser cocinero para siempre. ¡Y cómo lo ha logrado! 

P.S. Aquí se ve la "escudilla" donde se servía el gazpachuelo. Como se puede observar no faltaron los complementos que tal receta exigía. No se ve la paciencia que también exigió. 
Otra vez Zeldin, "la comida sabe mejor cuando colma de benevolencia recíproca a todos los comensales, aunque sea solo por un tiempo". Esta vez la cita con libro en mano. 
Que conste!