viernes, 23 de noviembre de 2012

Suspiros, de España

Quiero escribir algo sobre las guías, pero he de ponerme en ambiente. Por ello cuelgo este breve post con la intención de que cierren los ojos y se dejen llevar de esta gran composición que  el marteño Antonio Álvarez Alonso compuso en  Cartagena, en 1902, donde tan apenas un año después falleció. España, sin colonias, con problemas y el trono ocupado por el controvertido Alfonso XIII. Este gran pianista y gran compositor, a sus treinta y cinco años nos dejó un legado maravilloso. No creo que pudiera adivinar el éxito que llegaría a tener. Muchos, en nuestros días,  hasta lo disputan como himno nacional español. Sinceramente, yo no. Ni creo que llegue a serlo, tal como va este nuestro país, porque la mayor aceptación de tal pasodoble o marcha tuvo lugar en las filas republicanas de los años 20 y 30, y entre nostálgicos exiliados. 
A mi también me gusta esta composición porque, según el musicólogo y biógrafo Alfredo García Segura, el maestro Álvarez Alonso, tras componer la pieza musical en un velador del café donde tocaba el piano, al detenerse ante la confitería España, observó una confitura típica llamada "suspiros". Una delicia breve y golosa. Tal vez en homenaje a la Virgen de los Suspiros, o feliz coincidencia con los delicados bocados que por nuestro país se llaman suspiros, como los de ahora que en este funerario mes de noviembre adornan los escaparates de nuestras confiterías. Un dulce para atemperar sus contrariedades. Un dulce para tomar con una copita de vino añejo y dejar pasar los días, entonces y ahora, porque la cosa no está para fiestas. 
He subido la versión instrumental. No entro en la cuestión de las tres letras que se utilizan por quienes como Estrellita Castro y sus seguidoras la cantan hasta hoy mismo. O quienes la han inmortalizado en el cine como B. Perojo ya en 1938, y luego mi compatriota, por Huesca y por España, Carlos Saura en su película  "¡Ay, Carmela!", o cuando Diego El Cigala la interpreta pausadamente en "Soldados de Salamina". Creo que estos últimos directores, conscientes del tono menor, musicalmente hablando, que domina la composición percibieron que era muy apta para los recuerdos, para la nostalgia, para la rabia contenida. Pasodoble o Marcha, sí. Pero no Himno. Es un rico dulce para tiempos de muertos. El autor tenía próximo el romanticismo.